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¿Panacea para todos los males?

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¡Liderazgo! 

Una palabra con aire de magia, casi panacea para todos los males, definitiva respuesta a las grandes cuestiones empresariales, indiscutible solución de los principales problemas políticos y sociales… o así parecen creer algunos oradores, libros y cursos. 

Sin embargo, ¿qué es el liderazgo? ¿Quién es un líder?

Desde hace milenios los seres humanos hemos buscado desentrañar la esencia del liderazgo.

En la antigüedad y por siglos, el líder era el predilecto de los dioses, escogido para cumplir una misión, investido de una autoridad peculiar y dotado, desde su nacimiento, de las mejores cualidades humanas. 

Los imperios, las guerras, las revoluciones políticas, los descubrimientos científicos, los grandes movimientos culturales, las empresas más exitosas… todos deben sus inicios a personajes emblemáticos que llamamos líderes.

Llegó el siglo 20 y las filosofías humanista y personalista cambiaron el enfoque.

Y el chip cambió. Y cambió para bien. 

Gracias a esta transformación somos cada vez más conscientes de que cada hombre, cada ser humano, mujer o varón que sea, nace como un ser irrepetible, con algo único que aportar al mundo y a la sociedad en la que se desenvuelven. Nadie duda del carisma especial de algunos para pararse frente a las masas, en un auditorio, un jardín, una iglesia, un pueblo, una nación o en las nuevas plazas digitales que nos ofrece la tecnología. Desde ahí, estos “grandes líderes” inspiran y guían en pos de un objetivo, un ideal. En ellos reconocemos un especial poder de influencia.

Son líderes, nadie lo discute. Pero no los únicos líderes.

En este siglo hemos entendido que el liderazgo, en su esencia más profunda, es ni más ni menos que influencia. 

Puede tomar las formas de la atracción, formación, inspiración, educación, motivación, acompañamiento o dirección, para quedarnos sólo en sus acepciones positivas. 

Y eso, reconozcámoslo, lo podemos hacer todos. Cada uno de nosotros puede influir, inspirar, formar, acompañar: nuestros hijos, amigos, compañeros, vecinos, conocidos… cada persona con la que entramos en contacto recibe algo de nosotros, día tras día. 

¿Cómo es nuestro liderazgo?

¿Somos consciente de ello? 

¿Lo vivimos como la oportunidad para poner a servicio del mundo y la sociedad esas cualidades únicas que tenemos, que nos hacen ser quienes somos?

Líder es el ama de casa y madre de familia que educa a sus hijos en el respeto y la equidad; es el operador que apoya a su equipo y fomenta un buen ambiente en la empresa; es la estudiante que se sienta para escuchar a una compañera en un momento difícil o el profesionista que se desempeña cada día en su trabajo. 

En su esencia, en su sentido humano más profundo, líder es todo hombre, todo ser humano, varón o mujer, que consciente de quien es y de lo que puede hacer, desarrolla constantemente sus talentos, y a través de su trabajo y ejemplo, logra influir positivamente en su entorno. La prueba más evidente del liderazgo es el crecimiento alrededor del líder. 

¿Quieres saber si tienes madera de líder, si estás proyectando tu liderazgo? Mira a las personas que te rodean y pregúntate ¿Qué aporto para su crecimiento? ¿En qué se benefician de mi presencia?  

Y si la respuesta no te satisface, reflexiona ¿Qué podrías hacer para convertirte en líder para ellos, para influir positivamente, aportando desde tus talentos y tus fortalezas?

No te preguntes si tienes madera de líder. Varón o mujer que seas, como  hombre, como ser humano, tienes madera de líder. Pregúntate más bien qué puedes hacer para que tu liderazgo florezca en quienes te rodean. Descubre la influencia única que tú y sólo tú puedes tener en los demás. 

Tienes madera de líder. Ahora se trata de tallarla.